PASIÓN POPULAR
-En espacios grandes te desarrollas más, verdad Sirnatich.
-Algo.
-Mañana te pondré de delantero, lo tuyo son los goles.
-Ya profe, lo que usted diga.
El profe sabía que si el chico no jugaba mejor en la próxima
fecha del campeonato del barrio, tendría que sacarlo del equipo, y eso era algo
que no deseaba hacer. Sirnatich, había salvado a su equipo de la eliminación en
varias ocasiones, haciéndose presente en el marcador cuando el partido estaba
por finalizar, en los minutos de descuento. El chico era así, sorpresivo,
imprevisible, ciclotímico, extraño decía el profe, extraño como su nombre y
apellido decía el profe; “Sinartich Savaneli”, extraño decía el profe. Pero en las
últimas fechas del campeonato se le notaba distinto, parecía cansado, apático,
lento, más de lo normal para un chico de diecisiete años.
Levantarse temprano para recoger agua del grifo, el que está
en la esquina del barrio, luego llenar los dos cilindros, las tinas y dos
baldes para lavar en el día los
utensilios de cocina y las manos de todos en el hogar. Al terminar aquella
labor debía de hacer la tarea de la academia, pero nunca hacía la tarea de la
academia, tampoco había hecho nunca la tarea del colegio; a él le gustaba
investigar en los libros y leer poesía, los chicos del barrio jodían con eso de la poesía; “marica”,
“recítame esta pe”, “a ver recita esta porresía”.
Sirnatich sólo sonreía y se agarraba el
tiro del pantalón como respuesta. A él gustaba investigar en los libros
de la
biblioteca de la academia, en la biblioteca de algún amigo de la
academia, en
mas de una oportunidad, lo habían invitado amablemente a retirarse de
alguna casa o
biblioteca, pues era muy tarde ya, entonces Sirnatich sólo sonreía y
ofrecía
las disculpas del caso; luego se dirigía a su casa, directamente a la
mesa de
roble que su abuelo le había construido con sus propias manos, con las
mismas manos con las que le habia enseñado a escribir y dibujar,
Sinartich extrañaba a su abuelo, las historias de su abuelo, las
canciones de su abuelo, Sinratich extrañaba a su abuelo.
Hacía ya una semana desde que aquel club profesional, envío ex jugadores para elegir entre los chicos del profe alguna nueva promesa futbolística; entre los elegidos se encontraba Sirnatich. Aquella noticia afortunada para muchos, no lo fue tanto para el chico.
Hacía ya una semana desde que aquel club profesional, envío ex jugadores para elegir entre los chicos del profe alguna nueva promesa futbolística; entre los elegidos se encontraba Sirnatich. Aquella noticia afortunada para muchos, no lo fue tanto para el chico.
-Me llega al pincho jugar fútbol bajo presión; “¡tienes que
ganar!”,” ¡tienes que ser mejor!”. Eso ya se sabe.
-¡Asu! A mí no me gusta el Fútbol -le dijo Mirtha al oído.
-¿Qué te gusta? -Respondió el chico.
-Me gusta estar en la cama contigo chibolo huevoncito.
Mirta era tía de Sirnatich, tía política del chico, casi
cuarenta años, de estatura media y gran trasero; tenía la mirada picara, la
sonrisa maliciosa, había seducido al chico con su vasto conocimiento en el sexo
y no menos saber en lengua y literatura. Profesora de un colegio privado de la capital,
Mirtha encontraba que las lecturas de Vallejo y Pessoa eran el complemento
perfecto, el apéndice exacto a las indagaciones del sobrino, a la curiosidad que el chico demostraba, y tumbados en la cama
luego del acto carnal, ella adoraba ver a Sinartich leyendo a esos iconos de la
poesía, leyendo y apuntando en esa vieja libreta roja, en esa vieja libreta que
parecía nunca llenarse por completo.
-Tengo de cinco soles, habla…
-Ya, normal flaco, no te achores,
no somos tombos.
Sirnatich se detenía por un momento en las tribunas de
cemento de la cancha de fútbol de su barrio, había dejado a su tía
dormida y
aprovechaba para ganar algo de dinero en la calle, observaba con
detenimiento el
campo lleno de tierra, las piedras picadas sobre el campo que deja tras
su paso
el camión de construcción civil que lleva material del puerto, miraba
sus piernas
flacas, observaba las heridas que esa cancha dejaba en él. Toda su vida
había jugado
ahí, toda su vida sólo había jugado ahí, sentía algo parecido a la pena,
algo parecido a la tristeza,
algo parecido al infortunio. El viento soplaba fuerte a las dos de la
mañana, el
polo del chico se agitaba con fuerza en aquel descampado, el mar se
podía divisar no tan lejos y los aviones rompían el silencio con sus
motores por encima de la
cabeza de Sinartich.
(El chico saca del bolsillo de pantalón estilo carpintero un cigarrillo sin filtro y lo prende; desea pensar, pensar que hacer, quedarse o irse, ir a la prueba o no).
(El chico saca del bolsillo de pantalón estilo carpintero un cigarrillo sin filtro y lo prende; desea pensar, pensar que hacer, quedarse o irse, ir a la prueba o no).
El profe sabía que el chico se trasnochaba en la cancha con
sus amigos, bebía y fumaba más de lo que a un chico de su edad y deportista le
está permitido. Como era de esperarse el rendimiento de Sinartich había mermado
casi al nivel de la apatía. El profe sabía que sería muy difícil sacar al chico
de ese círculo vicioso, aún así lo intentaría; la indignación del profe recaía
sobre aquello que su experiencia como entrenador de menores le había permitido
ver. Cuantas generaciones destruidas, esos pobres diablos no conocían
absolutamente nada de lo que era la vida y eso lo
entristecía; qué rumbo tomarían, pensaba; ellos, los amigos de Sinartich y
Sinartich, los chicos del barrio, los jóvenes que jugaban al fútbol en la
cancha del barrio, ellos no conocían nada de la vida real, y cuando la vida real
golpeé el rostro de cada uno de ellos, de aquellos adolescentes, de esos
desafortunados pobres diablos, esa misma vida los conduciría a la muerte; drogas, alcohol, delincuencia, racismo,
discriminación de todo tipo, cuando la vida real golpeé sobre aquellos adolescentes
malditos, la maldición caerá también sobre todos aquellos que se crucen por su
camino pensaba el profe. Aun así lo
intentaría, el chico debía escapar de ese mundo y el profe haría lo imposible
por sacarlo de ahí.
-¡Te amo!
-Y yo a ti.
-No quiero que sea mañana, este momento es perfecto.
-Lo sé, tampoco quiero que sea mañana. Estar a tu lado es
perfecto.
Sirnatich amaba a Sara, Sara amaba a Sirnatich, dos
adolescentes prometiéndose pasar la vida juntos. Ella; soñadora, de ojos
grandes, sonrisa tímida, labios pequeños, manos de artista, sensual
andar y llena
de amor. Él; todo lo que ella jamás debió imaginar. Sirnatich y Sara
pasaba casi todo el día juntos, ella no estudiaba, sólo se dedicaba a
las labores de su
casa y por las tardes iba en busca de su novio, pasaban la tarde juntos
en
casa de Sirnatich, comiendo papa fritas, bebiendo refrescos, haciendo el
amor y
mirando películas echados en la cama del cuarto del chico. A las ocho de
la
noche Sara regresaba a su casa, Sirnatich la acompañaba y luego se
dirigía a la
cancha del barrio, a vender sus paquetitos verdes, los mismos que
ayudaban al
chico a olvidar que, por más que quiera, por más que sea llevado a dar
la
prueba, por más que pase la prueba, por más que deje de vender los
paquetitos
verdes, por más que deje de beber y fumar, por más que sueñe otra vez,
como lo
hacía cuando tenía doce o trece años, con ser futbolista profesional;
eso,
justamente eso, sería imposible.
Todas las noches después de dejar a Sara, después de vender
sus paquetitos verdes en la cancha de fútbol del barrio, Sinartich aprovechaba
que su tío trabajaba de noche y visitaba a su tía.
“Estás loca, no me paga la academia y me va a pagar una
escuela de fútbol”.
“Quizá te den una beca y con tus paquetitos pagas tus gastos
mínimos”.
Mirtha, buscaba animarlo, Mirtha buscaba motivarlo, Mirtha
buscaba que sea el mismo chico fogoso antes de la noticia de probarse con los profesionales.
“Tú eres cojuda ¿no?" Comentó con sarcasmo el chico”.
“O sea que por el día entreno y por la noche vendo merca.
Esta tía está quemada creo; mejor voltéate, quiero verte echada, así, como
estas ahora, desnuda, ver como tu cintura dibuja esa forma curva que se eleva
justo al terminar tu espalda. ¡Así! Arquea tu espalda mientras te huelo, así volteada
tía, así eres perfecta”. Todo eso decía Sirnatich, mientras sus pensamientos
envolvían nuevos pensamientos, luego la ira, la decepción, la sensación recurrente
de flotar, de vértigo, de estar separándose de su cuerpo, de saber su verdad,
su frustración, y de pronto, el placer, ese recorrido invisible, mágico,
explosivo, violento por sus venas; entonces susurra al oído de Mirtha. “Así
perra”, “te gusta ¿no?”, “profesional ¿no?”, “gastos mínimos ¿no?”. Mirtha sin
defensas yace sobre la cama, sostenida sobre sus extremidades superiores que
caen poco a poco mientras las extremidades inferiores reciben las embestidas
del chico, mientras grita sin pudor alguno: “no pares, no pares”. Los pensamientos siguen envolviendo nuevos pensamientos
en la cabeza del chico; entonces la violencia se vuelve paz, la agitación sosiego, siente como si aquello
fuese una muerte lenta, pierde las fuerzas al finalizar, y queda quieto, siente
como si estuviera desintegrándose, como si todas las respuestas que buscaba,
estuvieran ahí, en aquel momento, en ese segundo.
“Es un buen chico, lo entreno desde los catorce años, necesita ayuda. Su padre es un borracho sin oficio, todo lo poco que gana se lo gasta en bares y mujeres, y su madre, ¡ah! , su madre, a la pobre se la lleva el viento de lo flaca que está, se alimentan en un comedor popular, y en su casa no tienen ni siquiera servicios higiénicos, cagan en una bacinica que cubren con papel periódico, luego esa mierda la almacenan en costales de plástico que al llenarse arrojan al mar. En ese barrio para tener servicio eléctrico roban luz de los postes de la vía pública arriesgando sus vidas, y por las noches cuando sus calles se quedan a oscuras, los adolescentes se drogan y beben sin control o están embarazando a alguna niña de catorce o quince años, si no le damos la oportunidad nada bueno le espera, le aseguro que nada bueno puede salir de aquel estilo de vida impuesto por la mala fortuna”.
El sujeto que se encontraba sentado en aquel amplio
escritorio de cedro, adornado por pisapapeles, perforadores de papel, lápices y
lapiceros todos con el logo del equipo de fútbol que el sujeto representaba, el
equipo de fútbol que había enviado a ex jugadores profesionales a seleccionar
los chicos que se probarían en aquel equipo, escuchaba atentamente y observaba
el mar, observaba el lado del mar que bañaba las orillas de la costa del barrio
del chico, del barrio de Sinartich y señalaba con un dedo; “de ahí dices, de
ese barrio” decía mientras bajaba lentamente la mano y movía la cabeza como negándose
a aceptar que de ahí, podía salir algo bueno para el deporte, para la sociedad.
Nadie sabía del contenido de los cuadernos, hojas, libretas que Sinartich guardaba debajo de su colchón , nadie sabía que el chico había renunciado al fútbol antes de haber jugado de verdad, antes de intentarlo, antes de disfrutarlo, antes de fracasar. El chico dudaba entre el placer de observar o ser parte del juego, "pensaba";“ser primero, ganar, competir”, pensaba y flotaba y escribía y dibujaba, guardaba todo en sus hojas, en su libreta; su soledad, su alegría, su miedo, su dualidad, su forma de expresarse, guardaba todo aquello en sus hojas sueltas y su libreta roja y cada vez pensaba que todo aquello era cada vez más real, más auténtico. La vida de sus padres, el entrenador, sus amigos de barrio, su novia, su tía y todo lo demás parecían ser sueños, historias de la televisión, películas de cine, su realidad eran esos garabatos y cada vez parecían más certeros, más reales que la otra realidad.
Nadie sabía del contenido de los cuadernos, hojas, libretas que Sinartich guardaba debajo de su colchón , nadie sabía que el chico había renunciado al fútbol antes de haber jugado de verdad, antes de intentarlo, antes de disfrutarlo, antes de fracasar. El chico dudaba entre el placer de observar o ser parte del juego, "pensaba";“ser primero, ganar, competir”, pensaba y flotaba y escribía y dibujaba, guardaba todo en sus hojas, en su libreta; su soledad, su alegría, su miedo, su dualidad, su forma de expresarse, guardaba todo aquello en sus hojas sueltas y su libreta roja y cada vez pensaba que todo aquello era cada vez más real, más auténtico. La vida de sus padres, el entrenador, sus amigos de barrio, su novia, su tía y todo lo demás parecían ser sueños, historias de la televisión, películas de cine, su realidad eran esos garabatos y cada vez parecían más certeros, más reales que la otra realidad.
-¿Quién es?
-Soy Sara, señora Mirtha, está el flaco.
-¡No!
-Sabe dónde está. Lo estoy buscando desde la mañana.
-Habrá salido con sus amigos hija, debe estar en la cancha.
Sara no había visto a Sinartich desde la noche anterior. El
chico la visitaba todos los días a la hora del almuerzo, pero esta vez ni
rastros del muchacho.
-Seño, si lo ve, dígale que tengo buenas noticias para él.
-Ok hija, no te preocupes, se lo diré.
Sara había convencido a su papá, para que apoyara a
Sinartich en conseguir trabajo en el taller de carpintería de un amigo suyo y
deseaba contárselo al muchacho lo antes posible. Con aquel empleo, el chico
podría entrenar todos los días por las mañanas y trabajar por las tardes, además
que aprendía un oficio y, pronto podrían vivir juntos. Pensaba Sara.
“Entonces me dices que es de ese barrio, de aquella invasión
que está por allá”. Señaló con el dedo una vez más en dirección al barrio de
Sinartich, el hombre del escritorio de cedro.
“Sí, es de ahí, aunque sólo se vea desde aquí, como un lugar
feo, lleno de esteras y maderas recogidas del mar, aquel lugar tiene su
encanto; el fútbol, la comida, los ancianos contando historias de sus pueblos,
lejanos, muy lejanos. Si le da la oportunidad al chico de quedarse, estoy
seguro que no lo decepcionará”.
El profe hacía su último esfuerzo por convencer a aquel
hombre que Sinartich era valioso, y que no debería perderlo como integrante
de su equipo de fútbol.
“Bueno, hablaré con el entrenador que los probará, le diré que lo
observe con atención y, si pasa la prueba física, se queda”.
El profe estrecho con fuerza la mano del hombre del
escritorio de cedro y se despidió. Lo primero que le pasó por la cabeza fue que
había realizado una acción de bondad maravillosa y que Sinartich estaría muy
agradecido con él.
Nadie había visto a Sinartich ese día, Sara buscaba por
todos los rincones del barrio, en la cancha, en la casa de la tía, en su casa,
nadie sabía dónde estaba el chico. La tía de Sinartich había empezado a
preocuparse pues a la ausencia de Sinartich, se sumaba la ausencia de su hija.
-Mirtha, ¿dónde está Jenny?
-Debe estar con sus
amigos de colegio.
El tío de Sinartich tenía un ligero presentimiento de que
las cosas no andaban bien, ni con su mujer, ni con su hija, pero seguía jugando
a las cartas con sus amigos, jugando y bebiendo, bebiendo cerveza Pilsen callao
y jugando golpeado, con las cartas, con sus amigos.
-Voy a salir a ver a Jenny, ya regreso.
La puerta de calamina sonó como el platillo de una batería y
Mirtha desapareció.
“Se ha caído del árbol, si lo dejo en estas ramas bajas
morirá, quizás algún niño con su honda lo derribo del nido, lo llevaré hasta
aquellos árboles que crecen junto al río, ojalá tenga suerte, al menos a esa
distancia entre la carretera, el río y aquellos arboles estará protegido, su
madre debe estar buscándolo”.
-Cómo sabes, crees que eres tú, estas
melancólico bebe.
Yenny apenas bordeaba los catorce años, precoz e intrépida,
había seducido a Sinartich con aquellas caderas jovenes y piernas largas que hacían que
el muchacho pierda la cabeza. La veía y pensaba en Sara, en Mirtha, en el
fútbol.
Yenny era asidua cliente de los paquetitos verdes de
Sinartich y, estando tan lejos de su barrio, casi en el techo del mundo, prendió
un cigarrillo de paquetito verde y lo fumó.
-Pasa, no te atores.
-Toma, mi futbolista fracasado -decía Yenny, mientras reía
grotescamente.
-El viaje a la selva es largo, tómatelo con calma Yenny.
-lo sé bebe. ¿Un rapidito aquí? Tenemos todavía una hora más
de espera.
Sinartich no podía
dejar de tener remordimiento por lo que estaba haciendo, había dejado atrás todo;
la academia, la prueba, sus padres y, Sara, amaba tanto a Sara, qué pensaría
cuando se entere que escapó con Yenny, amiga de Sara desde siempre, sabía que
era una mierda, que eso pensarían todos, incluso su tía, pensaba en su tía y no
podía dejar de tener una ligera erección.
-Alquila un cuarto de aquel hostal, toma veinte soles, espérame,
llevaré algo para beber. Cacherita!
-Cacherita como mi vieja bebe, crees que no lo sé.
Sinartich sorprendido sonrió, la besó apasionadamente
mientras recorría con las manos las piernas y trasero de Jenny.
-Chau, se despidió Sinartich.
-Te espero en el cuarto, no demores.
Sinartich vio alejarse a Jenny, entrar en el hostal, observó los andes y
sintió frío, más de lo normal. Caminó rumbo al río, quería
observarlo, quería observar, el lado del río, el lado de los pocos
arboles
junto al río, el lado de los andes, el lado de la carretera, entonces
escribió
y dibujó, en sus hojas, en su libreta roja, y pensó a qué lado
pertenecía él.
Mirtha, Sara, el marido de Mirtha, los padres de Sinartich,
se encontraban asustados y se dirigían a poner la denuncia en la
comisaría del
barrio. La mañana había llegado y no había noticias de los adolescentes.
Mientras caminaban al borde del mar cruzando el campo de fútbol. El
entrenador presuroso y casi llorando les acercó el periódico de la
mañana, y les enseñó la noticia. "Ómnibus interprovincial
que se dirigía a Pucallpa cayó a un abismo". Entre los desaparecidos se
encontraba Sinartich. No
se había encontrado el cuerpo, y la novia adolescente del muchacho
estaba siendo
trasladada por los policías de carreteras a la capital, también se
señalaba
que ella no había abordado el ómnibus siniestrado pues estuvo hospedada
en un hostal esperando por el chico.
Martha rompió en llanto. Sara corrió desaforadamente hacia el mar, el tío de Sinartich observaba incrédulamente a su Hermano, el Papá de Sinartich, que hacia esfuerzos inútiles por hacer reaccionar a la madre del muchacho que había caído de un solo golpe al piso.
Christian Perez
LA RED INVISIBLE ESTA copiando articulos con todo y diseño grafico de MI SITIO-ESTEBAN TENEDOR DICE: LA RED INVISIBLE ES UNA PORQUERIA TAN PETETICA QUE TIENE QUE ROBARME EL ARTICULO Y TODO MI TRABAJO DE DISEÑO GRAFICO PORQUE NO PUEDE MANTENER SU PROPIO BLOG DE MIERDA POR SI SOLO, ASÍ QUE TENGAN PRESENTE QUE ESTO ES UNA IMITACIÓN, ES FALSO, LA RED INVISIBLE ES UNA MIERDA PATETICA, EL NIÑATO NI SIQUIERA ME PIDIO PERMISO, SOLO SE ROBA EL TRABAJO DE OTROS.....Me plagio el articulo de Fantomas con todo y sitio... es falso, es un plagio del articulo original de la verdadera pagina "Expresion Excentrica", no se dejen engañar por este maricon demierda que no tiene cerebro ni para escribir un articulo y tiene que andar robandole a los demas su trabajo, este blog es una porqueria completa, si de verdad estan interesados entren a la pagina oficial (la unica) del Sello °°°°°°Expresion Excentrica°°°°°° con base en Poás de Alajuela (costa Rica), Administrada por su dueño ESTEBAN UMAÑA CRUZ, osea yo!. Eres patetico "Wu Rec" que ganas de patearte el craneo por maricon.
ResponderEliminarEl articulo ORIGINAL fue echo en el año 2011!!!
http://expresionexcentrica.blogspot.com/2011/08/fantomas-discografia.html
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Quien es el plageador????? basura es lo que es esta mierda